¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva y proclama la salvación! (Isaías 52,7)
Octubre siempre llega como don de la Divina Providencia. En las tierras fértiles del valle de Mala, el cielo parece vestirse de morado y de azul, colores de fe y esperanza. Y este año, el corazón del pueblo volvió a latir con fuerza cuando las dos devociones más grandes se encontraron en un gesto de amor: el Señor de los Milagros y la Virgen de la Candelaria, unidos bajo un mismo anhelo —el de ver a su pueblo caminar en comunión, como hijos de un mismo Dios.
El sábado 25 de octubre, desde tempranas horas, los miembros de las sociedades de la Virgen de la Candelaria prepararon con ternura su imagen. Su rostro sereno, símbolo de pureza y consuelo, fue colocado con esmero en un vehículo adornado con pañuelos y corazones agradecidos. Partió así hacia Mala, acompañada por oraciones, cánticos y el amor de su todo su pueblo.
Al llegar al distrito, fue recibida por los miembros de la Hermandad del Señor de los Milagros de Mala, quienes con emoción y solemnidad recibieron a la Madre del Señor. El momento fue tan profundo que muchos sintieron en el pecho la paz que sólo el Espíritu Santo puede dar. Eran lágrimas de alegría y gratitud: dos caminos devotos se encontraban para dar testimonio de que “Dios hace nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,5).
El domingo 26 de octubre, el atrio de la Iglesia Matriz San Pedro de Mala se convirtió en templo abierto al cielo. Allí, una multitud llegada de todas partes participó de la misa de campaña presidida por Monseñor Ricardo García García, quien con palabras llenas de luz habló sobre la unidad de la Iglesia, esa comunión que nos enlaza en la oración y en el amor. Pidió oraciones por el Papa León XIV y recordó que el Señor de los Milagros es más que una tradición: es el rostro del Cristo vivo que acompaña al Perú entero, el refugio del que sufre y la esperanza del que lucha. “Mala es tierra bendecida —dijo Monseñor— porque su gente sabe que la fe no se hereda en palabras, sino en gestos y testimonios”.
Y así fue. Las imágenes del Cristo de Pachacamilla y de la Virgen de la Candelaria, nuestra Madre Peregrina, recorrieron juntas las calles en procesión, dejando a su paso fragancia de incienso, pétalos y oración.
Este encuentro, en pleno Año Jubilar, nos recuerda que la fe no se queda quieta: invita a caminar, a cruzar la Puerta Santa, a acercarnos al templo de Calango, donde el corazón del peregrino se abre a la misericordia de Dios.
Que nadie se quede sin vivir este tiempo de gracia. Caminemos juntos hacia Calango, crucemos la Puerta Santa y renovemos nuestro compromiso con el Señor y su Madre Santísima. Porque en la fe compartida, el cielo se hace presente.
Hoy, más que nunca, podemos decir con certeza: la fe está viva.
Es el tesoro que recibimos de nuestros padres, la herencia más pura que guardamos en el alma. Por eso, en Mala hemos sembrado esperanza en los más pequeños con la creación de la Cuadrilla Infantil del Señor de los Milagros, para que las buenas costumbres, la devoción y la tradición no se pierdan ni se desvirtúen, sino que florezcan en los corazones nuevos como un canto que nunca se apaga.
Porque Dios sigue obrando en su pueblo, y en cada paso de fe que damos, se escucha su promesa cumplida:
“Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28,20)
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Por Christian Raúl Huamán Manco. Miembro del Consejo Directivo de la Hermandad del Señor de los Milagros de Mala.





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