El seminarista Paúl Florencio, quien va a ser ordenado diácono el próximo 30 de diciembre, ha compartido con nosotros la interesante historia de su vocación. A continuación, el texto completo:
Soy Paúl Miguel Florencio Supa, tengo 24 años y soy de San Vicente. Me di cuenta de mi vocación cuando cursaba el 4° grado de primaria. Recuerdo que dos seminaristas visitaron mi colegio y nos invitaron a participar en el grupo de los acólitos del Santuario. Con varios de mis compañeros me animé a participar.
Todos los sábados nos reuníamos en el Seminario Mayor. Jugábamos fulbito, rezábamos y recibíamos formación humana y espiritual. Trabé una amistad con varios seminaristas y sacerdotes. Me gustaba mucho el ambiente del seminario, no sólo sus instalaciones, sino el espíritu de familia que se veía en los seminaristas.
Al ser acólito, conocí un poco más sobre lo que sucede en la Santa Misa. Los sacerdotes y seminaristas nos recalcaban la importancia de asistir a tiempo, de estar siempre presentables y muy atentos en la ceremonia, ya que todo eso eran detalles de cariño para el Señor. Eso me ayudo muchísimo.
En el 2° año de secundaria (2011) con el grupo de acólitos participamos en una actividad de formación en el Seminario Menor. Junto con un seminarista recorrí las instalaciones del Colegio y me explicaba, cómo era la vida de los estudiantes. Me gustó mucho, por eso dije a mis padres que el siguiente año quería estudiar allí. El convivir con sacerdotes, la formación espiritual y la convivencia con mis amigos me sirvieron para ir creciendo y formándome. Al siguiente año, en vacaciones, participé en un encuentro vocacional en el Seminario Mayor, entonces empecé a comulgar más seguido durante la semana, tomarme más en serio la oración y tener una mayor confianza y sinceridad con mi director espiritual, el Padre Leoncio Córdova.
En 4° de secundaria iba pensando a qué dedicar mi vida. La idea del sacerdocio me rondaba por la cabeza, sobre todo ver la hermosa labor que realizaban los sacerdotes dando a las almas lo más preciado que pueda haber: a Jesús mismo. Veía la alegría del sacerdote en llevar a Dios a las almas y la necesidad de sacerdotes santos.
El 7 de mayo de 2013, después de mucho tiempo pensando, tomé una decisión: entregar mi vida a Dios. Entré al oratorio y, conversando con Jesús en el sagrario, le dije que quería ser sacerdote. A partir de ahí, tomé una decisión para toda mi vida. Mis padres lo aceptaron. Pienso que al principio le debió costar la idea de que su hijo quería ser sacerdote, pero ahora los veo muy felices con el camino que he tomado.
En 2014 entré al Seminario Mayor, donde me preparé 7 años para el sacerdocio. Este año he realizado mi trabajo pastoral en el Seminario Menor. Me da mucha alegría estar en el lugar donde descubrí el tesoro de mi vocación. La labor con los alumnos es exigente, pero muy gratificante al ver cómo van recibiendo y aprendiendo la formación humana y espiritual que se les brinda.
Paúl Miguel Florencio Supa