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«Dios me llamó a servirle»: Testimonio vocacional del Diácono Paúl Florencio

Soy el diácono Paúl Florencio Supa, cañetano y fiel de la parroquia San José de Cañete. Mi papá es de Sangallaya, distrito de Huarochirí, y mi mamá del distrito de Cotahuasi, provincia La Unión, que se encuentra en Arequipa. Tengo tres hermanas.


La historia del llamado de Dios comienza cuando tenía 9 años, dos seminaristas fueron a mi colegio para invitarme al grupo de acólitos del Santuario Madre del Amor Hermoso. Años después me he detenido a pensar que ese momento fue el inicio de mi camino vocacional. Iba todos los sábados a las reuniones de acólitos, donde hacíamos deporte y recibíamos formación humana y espiritual. Los domingos ayudaba en las misas como acólito al padre Víctor Manuel y al padre Leoncio. Fueron años muy bonitos donde pude conocer y hacer amistad con los seminaristas y sacerdotes, me lo pasaba muy bien esos momentos y me enseñaban a tratar con cariño a Jesús en la Santa Misa siendo un buen acólito y teniendo detalles de amor. Estuve varios años como acólito y en 3° de secundaria empecé a estudiar en el Seminario Menor “Nuestra Señora del Valle”. Cuando cursaba el 4° de secundaria la idea de ser sacerdote fue rondando mi cabeza durante bastante tiempo. Así, el 7 de abril del 2013, entré al oratorio de mi colegio y hablando con el Señor en el sagrario decidí ser sacerdote. Cuando acabé la secundaria, empecé a los estudios de filosofía y teología en el Seminario Mayor “San José” de Cañete.

Desde el año pasado estoy realizando mi práctica pastoral en el Colegio Seminario Menor “Nuestra Señora del Valle”. El 30 de diciembre pasado recibí el orden del diaconado en el Santuario Madre del Amor Hermoso. Ahora como diácono realizó mi servicio a través del ministerio de la liturgia, de la palabra y la caridad.

En el Seminario Menor soy formador y desempeño la función de Administrador, en la que estoy a cargo de conseguir los medios necesarios para la buena formación de nuestros estudiantes. A veces surgen apuros económicos, pero al final veo cómo la Providencia divina nos ayuda a salir de las complicaciones económicas.

En mi labor pastoral como diácono doy meditaciones a los estudiantes y también predico en la Santa Misa. Todos los jueves y los sábados les imparto la bendición con el Santísimo Sacramento. Además, los acompaño en su formación a los estudiantes del colegio, para que vayan acercándose más a Jesús y obtengan criterios que le permitan actuar con verdad y honestidad en el futuro. Es muy gratificante ver los frutos que la gracia de Dios va operando en ellos, cómo van mejorando en su vida humana y cristiana.

Me encuentro preparándome para recibir el orden sacerdotal este 15 de diciembre. Ser sacerdote es un don inmerecido que deseo corresponder a través de mi fidelidad.  Dios me ha dado el regalo de mi vocación, lo cual no cambiaría por nada. Podré servir mejor al Señor celebrando cada día la Santa Misa, haciendo que Jesús descienda a la tierra, y administrando el sacramento de la confesión, reconciliando las almas con Dios. Pensar en todo esto me lleva a agradecer a Dios por haberse fijado en mí a pesar de mis defectos.

Echando una mirada para atrás a todos estos años, solo me queda agradecerle a Dios por todas las gracias que me ha concedido, y en especial de haberme llamado para ser su ministro.

A los jóvenes que están considerando entregar su vida a Dios los animo a que no hay que tener miedo a ser generosos con Dios. No hay nada más hermoso que entregarle libremente la propia vida a Dios. Él no se deja ganar en generosidad.

Pido oraciones para mí y los demás ordenandos, para que nos asemejemos más a Jesús, único y eterno sacerdote, y seamos sacerdotes según su corazón.

Les invito a que me acompañen en la Misa de Ordenación este viernes 15 de diciembre en el Santuario Madre del Amor Hermoso a las 5 pm. También están invitados a la celebración de mi primera Misa el domingo 17 de diciembre a las 11 am. en la Catedral de San Vicente. La ordenación sacerdotal y diaconal es siempre ocasión para renovar nuestras oraciones en favor de las vocaciones sacerdotales. Sigamos pidiendo al Señor que nos envíe jóvenes generosos que puedan corresponder a la llamada divina.

Diácono Paúl Florencio