Años atrás, emprendí un viaje desde Cajamarca hacia Lima en un avión que despegó a las 7 de la mañana. Dado que era mi primera vez en avión, me sentía emocionadísimo, pero al mismo tiempo, un tanto nervioso y desconcertado. Decidí, por ello, encomendarme a mi Ángel Custodio para que me guiara a través de esta nueva experiencia.
Mi fe en mi Ángel Custodio no me defraudó. Desde el momento en que aterrizamos en el Aeropuerto Jorge Chávez en Lima, me sentí protegido y seguro. Era como si una mano invisible estuviera guiándome a través de los pasadizos y las áreas de recogida de equipaje.
Durante el vuelo, entablé conversación con un caballero que estaba sentado en el asiento contiguo. Le conté que cursaba estudios en el Seminario Mayor y que en un futuro no muy lejano sería ordenado sacerdote… Nuestra charla fluyó de manera natural a medida que compartíamos nuestras experiencias de vida y de fe. Él era un ingeniero metalúrgico de una de la minas más grandes e importantes de Cajamarca.
Al finalizar el vuelo, el amable señor se ofreció llevarme a mi destino. Fue un gesto generoso, pero al principio dudé, ya que apenas lo conocía. Sin embargo, después de considerarlo por un momento, decidí aceptar su oferta. Sabía que tenía que confiar en la providencia divina y en las personas buenas que encontramos en nuestro camino.
Juntos abordamos un taxi en el aeropuerto y nos dirigimos a la estación de buses que me enrumbaría al Seminario Mayor en San Vicente de Cañete. Cuando llegamos al terminal terrestre, ubicado en el centro de Lima, el taxímetro marcaba 48 soles, una suma considerable que superaba con creces al poco dinero que tenía en el bolsillo. Afortunadamente, mi acompañante sacó un billete de 50 soles y le dijo al conductor que se quedara con el cambio. En ese momento, comprendí que esta inesperada ayuda era el resultado de la intervención de mi Ángel de la Guarda.
A día de hoy, esa experiencia me ha recordado la importancia de encomendarnos y confiar en la ayuda de nuestro Ángel de la Guarda. Mi Ángel Custodio había velado por mí en ese viaje, guiándome de manera segura y llevándome a casa a través de la generosidad de un extraño. Fue y es un recordatorio de que nunca estamos solos en nuestro camino y que la fe puede abrir puertas y crear conexiones inesperadas en nuestra vida. Y tú, ¿le rezas a tu Ángel Custodio o tienes alguna práctica espiritual similar para invocar su protección y guía? Te animo a rezar, cada mañana al despertar, esta piadosa oración que imagino conoces: «Ángel de mi Guarda, dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día. No me dejes solo, que me perdería, hasta que me vaya a los brazos de Jesús, José y María. Amén.»
SEMINARISTA ERLIN PÉREZ VÁSQUEZ
Actualmente el Seminarista Erlin se encuentra cursando el último ciclo de Teología. Dios mediante el próximo año realizará su trabajo pastoral en alguna parroquia de nuestra Prelatura, para luego recibir la ordenación diaconal.