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Renato Vinatea: «Fui enfermero, pero Dios me tenía preparada una sorpresa mayor»

Compartimos a continuación el testimonio vocacional del seminarista Jorge Renato Vinatea Camacho, quien recibirá la ordenación diaconal el próximo viernes 13 de diciembre.

Mi infancia y estudios

Nací en San Antonio, el 10de junio de 1991. Mis padres Sonia y Jorge trabajaron en Argentina. Fui bautizado a los cinco años por el Padre Fernando Cintas y estudié en el Colegio “Alejandro Baldomero” de Primaria.

Recuerdo con mucho cariño a los esposos Omar Prudencio y Victoria Camacho, profesores que me inculcaron el sentido de responsabilidad y disciplina. La Primera Comunión la recibí del P. Julio Ontiveros en 2002. Los estudios del nivel secundario los hice de 2003 al 2007 en la I.E.P “San Antonio de Padua”. Compartí momentos de estudio intenso y armonía con los docentes Miguel García Espino y Luz Nestárez, mis tutores. Mons. Juan Antonio Ugarte Pérez me confirmó en 2003.

Técnico de Enfermería

Quise estudiar Medicina o Contabilidad, no contando con los medios suficientes Dios me brindó la posibilidad de estudiar la carrera de enfermería técnica en el Instituto Superior Pedagógico “San Pedro de Mala”. Allí fui comprendiendo la necesidad de vivir el servicio a los demás. Mi docente Jacqueline Musayón me dijo que debía llegar a ser un profesional íntegro.

En 2011 inicié mis prácticas profesionales en el Centro de Salud de San Antonio. Avanzaba el tiempo y el ambiente de trabajo me llenaba de esperanza de cara al futuro. Culminaron mis prácticas y debía presentar mi informe final y elaborar un proyecto de investigación para la sustentación del título. Pasaron los meses y me encontraba esperando la entrega del título en 2012. No era fácil conseguir trabajo, así que para no perder el ritmo trabajé en seguridad, limpieza en la playa Regatas y en una empresa de desinfección.

Mi vida de fe

Iba a la Santa Misa todos los Domingos a partir de los 14 años. Mi prima Fresly me invitó a participar de un fin de semana EJE, casi siempre me negaba, afirmando que no era el lugar para mí, porque normalmente acuden a esas actividades jóvenes de secundaria, yo ya bordeaba los 21. Ante tanta insistencia, accedí, percibo que Dios hizo su parte y a raíz de esa experiencia pude fortalecer mi vida de fe. Mi Prima con un grupo de jóvenes me preguntó si aceptaba formar parte del Grupo Parroquial “Virgen de Guadalupe”; sin pensarlo dos veces, respondí que sí.

En 2013 se presentó una convocatoria del Minsa para distintas especialidades en salud, me presenté al examen teórico y entrevista. Publicaron los resultados, con gozo y asombro observé mi nombre en la lista, había sido asignado al Puesto de Salud de Coayllo. Ahora mi vida se repartía entre el trabajo y el Grupo Parroquial. Por las tardes, cuando la atención médica disminuía, y ya con una vida de fe mejor cultivada, los sacerdotes me animaron a que tratase más a la Virgen, a través del rezo del Santo Rosario, ni corto ni perezoso, aprovechaba esos momentos de silencio para rezar, descubriendo que el trabajo es también oración que se ofrece a Dios.

El Seminario y mi camino al sacerdocio

Sin embargo, Él me tenía guardada una sorpresa más. Sentí que el trabajo no me satisfacía, porque tenía una inquietud que no me dejaba tranquilo, se la comenté a un amigo sacerdote y él dijo que quizás Dios me estaba llamando al sacerdocio. Fui preparando mi corazón desde ese momento y madurando la idea. Ahora faltaba comentárselo a mamá, me atreví y respondió que era lo mejor que podía elegir.  Dios me espero y tardíamente en 2017 visité al Rector del Seminario Mayor e inicié mis estudios. Ya han pasado ocho años y considero que ha valido la pena, porque los que hemos seguido a Dios, nada hemos perdido.