“Es hermoso ver bajar de las montañas los pies del mensajero de la paz”
Yo fui testigo de su ordenación hace 25 años. Era acólito en mi parroquia de Matucana. Estaba familiarizado con las celebraciones litúrgicas, pero participar del rito de ordenación por primera vez fue otro nivel. Los neo presbíteros eran unos desconocidos para mí, solamente sabía que uno de ellos, el P. Leoncio era de San Mateo y un grupo de coterráneos le acompañábamos con sentimiento de hermandad de vecinos.
El ceremonial de ordenación fue esplendido, impecable y bello. Nunca había visto tantos sacerdotes juntos. El celebrante principal, era Monseñor Juan Antonio, por entonces Obispo Prelado de Yauyos. Llevaba los paramentos propios de su dignidad. Para mí, un niño de 12 años, todo lo que se dio esa tarde del domingo 06 de diciembre por la tarde me dejó impresionado. El momento en el que los elegidos son llamados, la postración, la imposición de manos, etc. En ese momento -claro está- no sabía los nombres, pero de lo que estaba seguro, en mi mente párvula, era que aquellos jóvenes se estaban pertrechando de un algo especial, «divino”, capacitándolos para la obra que harían. Desconocía en ese entonces que llegaría a conocerlos personalmente a cada uno de ellos. Aquí van algunas impresiones de manera sucinta.
Los presbíteros Carlos y Leoncio se ‘estrenaron’ sacerdotalmente precisamente en Matucana. Era muy curioso verlos cómo vivían con ilusión la lozanía de su sacerdocio. Recuerdo que con varios amigos éramos acólitos, le acompañábamos en las celebraciones de las fiestas por los anexos y caseríos circundantes de la parroquia. Al Padre Jorge Peña lo tuve como formador en el Seminario Mayor. Fue poco tiempo porque tras el fallecimiento del Padre Novato tuvo que sucederle al frente de la Parroquia de Cerro Alegre. Durante mi periplo entre los años 2015 y 2016, siendo ya sacerdote, me tocó estar con él en Cerro Alegre. Era admirable ver su tesón y esfuerzo en sacar adelante los colegios parroquiales y la parroquia a la vez. Al Padre Fredy lo tuve como formador en mis primeros años del Seminario Menor. Se caracterizó por ser muy exigente pero bueno a la vez; cualquier circunstancia, incluso de una travesura nuestra sacaba una lección. Tenía temple de padre; pero con corazón de madre. Volví a coincidir con él cuando iniciaba mi ministerio pastoral en la parroquia de San Vicente. Ya por entonces la cruz de la enfermedad era parte de sus menesteres diarios y que con su buen humor y gracia quinteña sabía lidiar.
El Señor buen pastor siga colmando de sus gracias a tan buenos servidores en este primer tramo de sus bodas de plata. Deo gratias.
Pbro. Marvin Leonel Cárdenas Espíritu