Quisiera empezar estas líneas con palabras de San Josemaría sacadas del libro titulado Forja: “Cristo, que subió a la Cruz con los brazos abiertos de par en par, con gesto de Sacerdote Eterno, quiere contar con nosotros-¡que no somos nada!-, para llevar a “todos” los hombres los frutos de su Redención.”(n.4) Es decir, la dignidad del sacerdocio es tan grande que nadie es digno de recibirlo. Pero Dios llama, en su misericordia, a los que quiere para esta misión. Así, el sacerdote está llamado por Dios para servir llevando las almas hacia Dios.
Soy el Diácono Jhair Pérez Lizarme, nací el 22 de agosto de 1998, y soy de la parroquia San Pedro de Mala. Mis padres son Víctor Pérez y Susan Lizarme. Tengo tres hermanos. Actualmente, mi labor es ser secretario del Obispo. Y, con mucha alegría comparto la noticia de que en nuestra Prelatura seremos ordenados sacerdotes Paúl Florencio y mi persona, y de diácono Jean Pierre, el viernes 15 de diciembre a las 5pm en el Santuario Madre del Amor Hermoso. Estás invitado.
Dios tiene sus estilos para llamar. En mi caso, no tengo un acontecimiento grandioso, pero sé que se valió de muchos instrumentos providenciales. Pienso que la semilla vocacional empezó, primero, por el regalo de mi familia. Luego, por la invitación a participar de los Acólitos de Mala; por contar con buenos sacerdotes de la parroquia de Mala; y por estudiar en colegios parroquiales: La primaria en la I.E.A.C Apóstol San Pedro de Mala, y la secundaria en el Colegio-Seminario Menor “Nuestra Señora del Valle”.
Siendo acólito, recuerdo que hacíamos algunas travesuras antes de la Misa. Pero apenas llegaba el Padre nos portábamos bien como si no hubiese pasado nada. Éramos niños. El Señor nos comprende. Ahora pienso que Dios se valió de este medio de formación de los acólitos para empezar a acercarnos a Él. Todavía ni me imaginaba ser sacerdote, pero ayudar la Misa ya era una conexión con el ministerio sacerdotal.
Estando para pasar a secundaria, gracias a un familiar escuché del Colegio – Seminario Menor “Nuestra Señora del Valle”. Mis Padres se pusieron en contacto con la parroquia y fui a estudiar allí. Doy gracias a mis padres por apoyar mi decisión. Sabía que suponía no estar cerca de ellos, pero que los vería los domingos. Y dicho y hecho, al poco tiempo de iniciar el año académico, me sucedió algo curioso: luego de un par de semanas ya me quería ir porque los extrañaba, como todo muchacho. Mis Padres me dijeron que lo pensara bien y que me apoyarían lo que yo decidiera. Fue gracias a ellos y a mis amigos del colegio que lo pensé bien y me quedé. Uno recibe mucho en el Seminario Menor; es un gran colegio, se aprende muchísimo tanto académicamente como en formación cristiana-humana. Ahora pensándolo bien, creo que Dios quiso que me quedara para darme la vocación. De mi promoción somos dos los que nos decidimos ser sacerdotes: Paúl y yo.
Guardo buenos recuerdos del Seminario Menor. Doy gracias a Dios por conocer a un padrecito en particular que me ayudó en mi vocación. Ahora veo con más claridad que fue muy importante formarme en este colegio, porque fue aquí donde conocí a tratar personalmente a Jesús, donde me animaron a hacer apostolado, donde tuve un trato más cercano con los sacerdotes, y donde me decidí libremente seguir a Dios mediante el Sacerdocio. Dios ya lo sabía y me fue conduciendo poco a poco por este camino. Notaba que en el mundo hacía mucha falta de sacerdotes que acercaran a las personas a Dios. Que llevaran los sacramentos y la Palabra Divina. Pero no me fue nada fácil decidirme ser sacerdote. Tuve también dificultades, pero qué maravilloso es Dios que en medio de las adversidades te da la luz necesaria. Porque, como decía Madre Teresa de Calcuta: “Dios nunca se equivoca”. Si Dios te llama es para siempre. Me decidí, formalmente, ser sacerdote un 8 de septiembre cuando estaba en cuarto de secundaria.
Acabada la secundaria, ingresé al Seminario Mayor “San José” de Cañete. Aquí estudié Filosofía y Teología. Los años en el Seminario son enriquecedores en todos los aspectos de la formación. Uno aprende la doctrina, y a la vez va adquiriendo virtudes y experiencias en el apostolado con niños, adolescentes, jóvenes y familias. Aquí se respira un gran ambiente de familia y amor a Dios en la liturgia. Doy gracias al Señor por mi Obispo, los formadores-sacerdotes y por mis hermanos seminaristas.
Siendo Diácono he realizado mi labor pastoral apoyando a mi Obispo en la secretaría del Obispado, acompañando en las visitas pastorales por toda la Prelatura, bautizando muchos niños, atendiendo al grupo de los acólitos del Santuario y sus familias, dando charlas a padres y padrinos y visitando familias. Dios no se deja ganar en generosidad. Uno da uno y El da cien veces más y la vida eterna. Estoy infinitamente agradecido con el Señor por todo.
Finalmente, querido lector, he querido compartirte de modo breve mi historia vocacional con la intención de que sigas rezando y ofreciendo pequeñas penitencias por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Hace falta más jóvenes que se decidan a entregar sus vidas al servicio de Dios para la salvación de las almas. Los padrecitos venimos de familias comunes y corrientes. Recemos para que las familias sean generosas y piadosas. Pues, decía San Juan Pablo II: “La oración hace al sacerdote y el sacerdote se hace a través de la oración”. Dios sigue llamando. Sigamos orando por nuestros sacerdotes: “Danos Señor Sacerdotes Santos”.
Nuestra “Cholita” Madre del Amor Hermoso nos bendiga. Cuento con tus plegarias. Cuenta con los mías,
Diac. Jhair Pérez Lizarme